Todo comienza con una idea. A veces viene de un videojuego, una serie o una película que nos marcó. Otras veces, es un encargo especial de alguien que quiere inmortalizar a su personaje favorito. Sea como sea, ese primer chispazo se convierte en el alma de cada creación.
Después llega el momento de buscar el patrón perfecto: algunos los selecciono entre mis favoritos de la comunidad de amigurumis, otros los adapto, algunos los creo desde cero. Siempre los elijo con muchísimo cuidado para asegurar el mejor resultado. Porque cada frikigurumi tiene su historia, su forma y su carácter.
Con el diseño en mano, se eligen los materiales: lanas suaves pero resistentes, relleno mullidito, ojos de seguridad, y, cuando hace falta, pequeños detalles como botones, fieltros o alambres.
Y ahora sí, empieza la magia.
Punto a punto, con aguja en mano, el personaje va naciendo. Primero una pierna, luego otra. El cuerpo, los brazos, la cabeza. Cada parte se teje por separado y luego se une cuidadosamente. No hay máquina que lo haga: todo es a mano, con mucha paciencia, mimo y técnica.
Cuando todas las piezas están listas, toca ensamblarlas. Se cosen con cuidado, se ajustan proporciones, se borda una sonrisa, se colocan los ojitos… Aquí es donde realmente aparece la personalidad de cada Frikigurumi.
Por último, una revisión final: se repasan detalles, se hacen fotos y se prepara para el envío… o para formar parte de la colección permanente.
Crear un Frikigurumi no es solo tejer: es transformar hilos en historias, personajes en peluches, y un poco de nostalgia en algo que puedas abrazar.